Inspirándose en el sofisticado código que la sociedad victoriana utilizaba para expresar sentimientos por medio de las flores, Vanessa Diffenbaugh narra el viaje emocional de una joven californiana que, marcada por una dolorosa historia personal, encuentra en este peculiar lenguaje el medio para recuperar su capacidad de confiar y amar a sus semejantes.
A los dieciocho años, tras una vida entrando y saliendo de numerosos hogares de acogida y pisos tutelados, Victoria Jones está obligada a emanciparse por ley. Se ha convertido en una joven introvertida y arisca, y sólo en su pasión por las flores se vislumbra un camino de salvación. Finalmente, tras encontrar trabajo en una floristería, se cruza con un joven a quien conoció diez años antes, durante la época en que vivió en casa de Elizabeth, una madre de acogida que le enseñó el lenguaje de las flores.
Constreñida por unas normas de conducta que reprobaban la exhibición de las emociones, la sociedad victoriana encontró un medio discreto y eficaz con que comunicar los sentimientos. El lenguaje victoriano de las flores se basó en el libro Le Langage des Fleurs, de Charlotte de Latour, un compendio de la simbología de las flores que su autora recogió en la poesía, la mitología antigua e incluso la medicina. Nació así la floriografía, y entre 1830 y 1880 se publicaron centenares de diccionarios de flores en Europa y América.